La sensibilidad y el interés social hacia los temas relacionados con la conservación de las obras artísticas es producto de un proceso histórico, en el que se ha ido definiendo y formando ese interés. La aparición de los museos en el mundo moderno ha aportado no sólo un lugar, un ámbito espacial, sino también una metodología, a la necesidad de conservación de la obra artística, y también, por qué no, una guía a la curiosidad que siempre ha despertado el arte.
Dentro de este contexto y tras cerca de 200 años de la aparición del museo como lo conocemos hoy en día, un espacio público que conserva, investiga y exhibe el patrimonio, alejado del “afán de poseer objetos admirados o de prestigio”, comienzan a plantearse nuevos escenarios y categorías del quehacer museístico diferentes a los tradicionales como los museos temáticos permanentes; dichas variaciones las conocemos como museos al aire libre, museos de sitio o in situ, museos comunitarios, museos itinerantes, museos interactivos, entre otros.

Estas nuevas formas de ver y ejercer la salvaguarda, investigación, exhibición y difusión del patrimonio, han dado como resultado la integración de las comunidades en los procesos de interpretación y resignificación de la historia. De otro lado, ha permitido la participación de múltiples disciplinas en el ejercicio de la museología, entre ellas y con gran importancia, la visión de la comunidad misma, convirtiéndose en un punto de encuentro entre la academia y la sociedad. En un contexto como el colombiano, vale la pena apostarle a proyectos que nos recuerden y nos reencuentren con nuestra memoria bien sea cercana o remota.
Estos son algunos de los elementos que motivaron la creación del proyecto y hoy, tras analizar los resultados arrojados a la fecha, ratifican su importancia, pertinencia y eficiencia en la trasmisión y construcción conjunta de conocimientos frente al patrimonio cultural y natural.
